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Pamukkale, El Castillo de algodón en turco


Pamukkale ("castillo de algodón" en turco) es una zona natural y al mismo tiempo una famosa atracción turística al sudoeste de Turquía, concretamente en el valle del río Menderes, en la provincia de Denizli, donde se disfruta de un clima templado la mayor parte del año. Los movimientos tectónicos que tuvieron lugar en la depresión de la falla de la cuenca del río Menderes no sólo causaron frecuentes terremotos sino que también ocasionaron la aparición de numerosas fuentes de aguas termales. Fueron esas aguas, con su alto contenido en minerales.

Además de algún material radioactivo, el agua contiene grandes cantidades de bicarbonatos y calcio que producen la precipitación de bicarbonato de calcio. Cada segundo brotan de estas fuentes 250 de agua, dando lugar a la precipitación de 2,2 g de creta por cada litro de agua o 0,55 kg de creta por segundo. Con el paso del tiempo algunas fuentes se secaron debido a los terremotos, mientras que otras nuevas surgieron en los alrededores.


Entre las rocas más antiguas se pueden encontrar mármoles cristalinos, cuarcitas y esquistos, que datan del periodo del Plioceno, mientras que la capa superior es de la era Cuaternaria. Los depósitos más recientes de carbonato de calcio le dan al lugar un aspecto blanco deslumbrante.

Antes de ser declarado Patrimonio de la Humanidad, Pamukkale estuvo muy descuidado durante las últimas décadas del siglo XX, época en la que se construyeron hoteles en lo alto del lugar que destruyeron parte de los restos de Hierápolis. Las aguas termales de las fuentes se utilizaron para llenar las piscinas de los hoteles y se vertieron aguas residuales justo sobre el monumento, de ahí que adquiriera un tono parduzco; además, se construyó una rampa de asfalto para acceder a la parte principal. Los turistas se paseaban con los zapatos puestos, se lavaban con jabón y champú en las pozas, subían y bajaban por las laderas montados en bicicletas y motocicletas. Para cuando la Unesco dirigió su atención hacia Pamukkale, el lugar estaba perdiendo su atractivo.

Entonces se intentó restaurar: se demolieron los hoteles y la rampa se cubrió con pozas artificiales a las que hoy los turistas pueden acceder sin zapatos (a diferencia de lo que ocurre en otras zonas del lugar), y donde se pueden encontrar renacuajos; se realizó un canal alrededor de la rampa para recoger el agua e impedir que se derramara; se dejó que las zonas de color parduzco se blanquearan al sol y se evitó que estuvieran cubiertas de agua para atenuar el problema, razón por la cual muchas pozas permanecen vacías. Siguiendo un programa establecido, otras zonas de la parte superior de la colina se llenan de agua y se abren al público durante una o dos horas.


 

By: Vladimir A. Leiva


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